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miércoles, 15 de agosto de 2012

Cuando cinco adolescentes se sentaron y posaron para una foto en el Lago Copco en 1982 no planearon hacer de ello una tradición. Pero en eso se convirtió.

Wardlaw-Smith House Madison02
Wardlaw-Smith House Madison

Cuando cinco adolescentes se sentaron y posaron para una foto en el Lago Copco en 1982 no planearon hacer de ello una tradición. Pero en eso se convirtió.
Cada cinco años durante las últimas tres décadas, John Wardlaw, John Dickson, Mark Rumer, Dallas Burney y John Molony se han reunido en el lago de California para tomarse la misma foto.
La primera fotografía de estos amigos de preparatoria fue sólo una casualidad. Wardlaw, conocido como Wedge entre el grupo, tenía una cabaña familiar en el lago en donde los amigos se reunieron en julio de 1982.
Mientras estaban en el muelle de la cabaña, Dickson o J.D, programó su cámara de 35 milímetros para tomar una foto del grupo.
“Por alguna razón, todos decidimos poner una expresión oscura y misteriosa”, dijo Wardlaw. “Estoy seguro que todos pensamos que estábamos siendo realmente cool”.
Aunque intentaron con un par de poses, la que eventualmente ganaría como la foto oficial de las vacaciones muestra a los cinco adolescentes, tres de ellos sin playera, con el pelo enmarañado, típico en esa época. Tenían alrededor de 19 años.
Molony, conocido en el grupo como Belves, aparece en la foto sosteniendo un frasco de café instantáneo Folgers, con una cucaracha que los chicos habían decidido conservar como mascota. Alimentaron a su nuevo amigo con un pedazo de caramelo de mantequilla.
“Las prioridades eran tan diferentes en ese entonces. En todo lo que pensaba era en el verano y en las chicas”, dijo Wardlaw.
Conforme los hombres entraron a sus años de universidad, continuaron regresando al lago cada verano. Pasaban su tiempo pescando, leyendo y actuando en películas caseras que Wardlaw grababa y quien ahora es un cineasta.
“Todos somos muy creativos, así que enfocábamos esa energía creativa y concentración en una cierta dirección”, dijo Molony. “No se trataba de 'juntémonos y embriaguémonos'. Era 'reunámonos para ver quién puede hacer la broma más chistosa o quién puede hacer la travesura más disimulada”.
Los hombres jamás bebieron durante el viaje. Siempre se trató de sana y limpia diversión.
O al menos lo suficientemente limpia: en una ocasión Wardlaw abrió la llave de la regadera para darse una ducha y el agua salió de color café. Al desenroscar la cabeza de la regadera descubrió que dentro había dentro un saborizante de caldo en forma de cubo.
“Regresé a la sala, los chicos estaban riendo y dije algo así como 'santa carne' y todos explotaron en carcajadas”, dijo.
Pero no fue sino hasta cinco años después cuando Wardlaw, un entusiasta fotógrafo, decidió que sería divertido recrear la fotografía que habían tomado en 1982.
En 1987, los ahora universitarios, se sentaron en la misma posición en la misma banca y se tomaron una fotografía con una cámara programable. El frasco, uno diferente, no tenía cucaracha y el sombrero que Wardlaw sostenía también era diferente. Sin embargo, las expresiones permanecieron iguales.
“Creo que tenía la sensación de que se convertiría en una tradición genial, pero no tenía idea que lo seguiríamos haciendo por 30 años”, dijo Wardlaw.
En 1997, 15 años después de la foto original, los hombres, entonces en sus 30, decidieron solemnemente convertir esta foto en una tradición que continuaría cada 5 años por el resto de sus vidas.
A medida que el ritual se concretaba cada vez más y con la aparición de las cámaras digitales, el grupo se volvió más exigente con los detalles de la foto, llegando al punto de usar la misma ropa y designar un frasco y sombrero como accesorios oficiales. Sus estilos de peinado cambiaron y conforme pasaron los años dejaron de fotografiarse con sus torsos desnudos.
“Mírenos perder pelo y ganar frente, ganar y perder y volver a ganar y perder peso”, publicó Dickson en un sitio web que mantiene devotamente como parte de la tradición. “Existen razones que nos llevaron a decidir que era mejor el tomarnos la foto con las playeras puestas”.
Ahora los amigos también se toman el tiempo para filmar la experiencia y entrevistarse los unos a los otros sobre los eventos de los últimos cinco años.
Todos concuerdan que este viaje fue el motivo que les permitió mantener su amistad.
“Es un tipo de relación orgánica que evolucionó no sólo de ser amigos de preparatoria, sino a tener pasiones de vida en común”, dijo Molony.
Con el paso de los años, los amigos han participado en momentos importantes que marcaron la vida de los otros, incluyendo estar presentes en la boda de los demás.
“Miro las fotos y pienso en las relaciones que tuve”, dijo Dickson. “Los anillos de boda vienen y van si miras con detenimiento”.
Dickson, quien ahora trabaja como columnista de restaurantes, se casó a mediados de julio y algunos de los muchachos estuvieron en su boda. En junio los cinco amigos celebraron la despedida de soltero de Dickson durante el 30 aniversario de la tradición del lago Copco, en California.
Molony, quien ahora vive en Nueva Orléans y trabaja para UPS, está casado igual que Wardlaw, quien hizo una carrera de su pasión por la fotografía y el cine. Burney es maestro de cuarto grado. Rumer, quien es conocido como Kram, ahora vive en Oregon y está retirado después de haber sido dueño de su propia empresa de electrónicos. Ninguno tiene hijos aún.
“Planeamos hacer esto por el resto de nuestras vidas, sin importar qué”, dijo Dickson. “¡Hasta que quede solo uno de nosotros sentado ahí en la misma posición! E incluso entonces, tal vez alguien tomé la foto de la banca vacía por nosotros”.
Las siete fotografías a la fecha están enmarcadas y cuelgan en uno de los muros de la cabaña. Los hombres aún escuchan la misma música que escuchaban en 1980 cuando tenían 19 años.
“No estoy en el sitio en el que pensaba estaría, pero estoy en el sitio correcto”, dijo Dickson. “Sin esta foto no habría forma de que siguiéramos juntos”.

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domingo, 5 de agosto de 2012

Unos 500 fotógrafos de 17 países han captado con sus cámaras las pasiones contemporáneas y las exhiben en el XVII Festival de la Luz, una de las muestras fotográficas más ambiciosas de América Latina, que arranca hoy en una treintena de ciudades argentinas

Harringtons at Amberley
Harringtons at Amberley (Photo credit: Pete Edgeler)

Unos 500 fotógrafos de 17 países han captado con sus cámaras las pasiones contemporáneas y las exhiben en el XVII Festival de la Luz, una de las muestras fotográficas más ambiciosas de América Latina, que arranca hoy en una treintena de ciudades argentinas.

Maestros de la talla del húngaro André Kertész y la argentina Sara Facio, a quien se homenajea en el año de su octogésimo aniversario con una amplia retrospectiva, compartirán protagonismo con fotógrafos noveles en esta cita bianual que se prolongará hasta finales de septiembre.

"Uno de los objetivos es sacar a la luz a jóvenes artistas, pero también es que el público pueda disfrutar y aprender de grandes fotógrafos como Facio, que por ejemplo ha convertido en emblemáticas fotos de Borges, Cortázar y otros grandes escritores latinoamericanos", explica a Efe la directora del Festival, Elda Harrington.

El hilo conductor de esta edición es la pasión, ese sentimiento "irracional, humano y genuino", que "suele ser responsable de los mejores momentos de nuestras vidas y en otros es el culpable de actos impensados de locura y muerte", subraya Harrington.

La especialista confiesa que cuando decidieron el lema pensaban "que el amor iba a ser predominante", pero se llevaron una sorpresa, ya que "las pasiones contemporáneas más fotografiadas han sido el deporte y la religión".

El amor, aunque sin el protagonismo esperado, se abre camino en forma de "arrebato, espejismo, ternura o erotismo" a través de las miradas de Mariana Lerner o Viktoria Sorochinsky, entre otros, ya sea "en la solidez de un vínculo construido a lo largo del tiempo o en la sencillez y fugacidad de lo escrito en la pared", apunta la directora artística, Silvia Mangialardi.

A diferencia de la última edición, en 2010, en la que artistas europeos y latinoamericanos exhibieron distintas miradas sobre el tema de la inmigración, Harrington remarca el carácter "universal" de la pasión, aunque reconoce que "el fanatismo de argentinos y brasileños por el fútbol es extremo", tal y como reflejan los fotógrafos locales Alejandro Lypszic y Germán Sánchez Granel.

Entre la multitud de obras seleccionadas, destaca el trabajo del suizo Christian Lutz, que "retrató el deseo de poder, visto desde su propio centro" y las miradas centradas en la "pasión por la tecnología" de la francesa Catherine Balet y el español Max de Esteban.

De Esteban confiesa que su proyecto quiere mostrar "las consecuencias de la adopción acelerada de nuevas tecnologías y formatos en el arte" y por eso "exhibe imágenes de productos tecnológicos obsoletos, que transmiten sensaciones ambiguas, clínicas, de rayos X, mortuorias; testimonios forenses de existencias pasadas".

La presencia española en el festival se completa con la participación de los comisarios Paco Salinas y Claudi Carreras en el Foro Internacional de Portfolios 2012, destinado a fotógrafos emergentes que deseen aumentar la difusión de sus obras.

Harrington, al frente del Festival de la Luz desde su primera edición, en 1989, se muestra orgullosa también de "acercar al público argentino" el trabajo de fotógrafos rusos, entre las que sobresale la dedicada al sitio de Leningrado durante la Segunda Guerra Mundial, reflejo del más cruel "fanatismo bélico".

El festival está organizado por la Fundación Luz Austral, con el auspicio de los departamentos de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires y de varias provincias del interior del país.

De forma paralela a las exhibiciones artísticas, esta decimoséptima edición incluye talleres y proyecciones y convoca durante los fines de semana de julio y agosto a todos los aficionados a ser "fotógrafos por un rato" y tomar instantáneas de besos y abrazos que rememoren las tórridas escenas de amor captadas por el cine y la fotografía clásica.

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